El laberinto es una figura profundamente barroca, es una de las imágenes
del caos: tiene un orden, pero oculto y complejo. Esta vinculado desde la
perspectiva de la producción –o del diseño– a una complejidad inteligente y,
desde la del usuario, al placer del extravío y al gusto por la argucia, por la
agudeza para reencontrarse. Curiosamente el laberinto contemporáneo se muestra
como una estructura que proporciona sobre todo el placer del enigma y del
extravío, más que el placer de la salida o elucidación. Es posible suponer que
esta característica de los laberintos de hoy obedece a un rechazo generalizado
a la sistematicidad, actitud que se corresponde con un modo de pensar
“nómade” afín a la asistematicidad del pensamiento postmoderno.
Los
abordajes fragmentarios privilegian la forma sobre el contenido, una
preeminencia de las disposiciones de búsqueda y de acceso múltiple a los temas,
sobre la mera adquisición de determinados conocimientos.
Los
mundos virtuales son laberintos más formales que materiales. Viven una extraña
vida que depende de los diversos enlaces con los que están tejidos los modelos
lógico-matemáticos, que dan nacimiento a seres casi autónomos, intermediarios, en
constante epigénesis por nuestra interacción estructurante. En efecto, su
“plano” se modifica sin cesar bajo el efecto de nuestras “trayectorias”, sus
estructuras se forman en función de nuestros desplazamientos.
En
general, es necesario hablar no sólo de un gusto distinto al que otorga la
seguridad de lo homogéneo e integral, sino de todo un placer por el trabajo sin
control, vehiculado por la extensión de un nuevo tipo de tareas y prácticas que
exigen la inmersión en pequeños bloques, zonas, áreas, sin visión panóptica. Es
lo que he denominado obsesión por los fragmentos, propios de los nodos y enlaces
digitales de las nuevas tecnologías, las que están cambiando el modo de
pensar el lenguaje y sus aplicaciones, los textos. De este modo, el hipertexto
aparece como un fetiche –objeto– neobarroco de la inquietante racionalidad
postmoderna, en permanente desplazamiento.
Estos
nuevos laberintos nos enfrentan a experiencias nuevas del espacio y a un nuevo
género de paradojas. La metáfora del laberinto remite a la idea del desplazamiento. El
laberinto es a la vez mapa y territorio. Posee ambas naturalezas que cruza y
combina. Es un espacio intermediario, mediador, entre el plano y la
trayectoria.
Prof. Dr. Alfonso Vásquez Rocca
Prof. Dr. Alfonso Vásquez Rocca
No hay comentarios:
Publicar un comentario