Un ejército de luces, ruido que inunda el sitio. Risas, conversas y gritos, y, entre todo el vendaval, tú… sola tú. Sentada al borde, oyes, pero no escuchas; ves, pero no miras. Estás sola entre semejante concurrencia. Rondas de halagos, series pesarosas de invitaciones y manos tendidas; todas sin rostro. Pero sólo manejas el disimulo como instrumento de evasión, como arma sin carga para ignorar que no muy lejos hay alguien con la mirada clavada en tus ojos, en tus movimientos; que hay alguien que desde hace horas ya sabes cómo ríes, cómo reaccionas ante las sorpresas; que hay alguien que sabe cómo es que te sientes sola, sin la calidez perfecta donde depositar tu brillos, tu voz, tus deslices. Pasan los minutos y de vez en cuando se abren espacios entre tu soledad y mi maravillada noche. Sigue el reloj sentenciando menos tiempo de vida, y tú sigues derramando tus momentos entre presencias vacías, entre la rapiña que intenta enceguecerte y robarte lo que de lejos parece ser un tesoro. Tu mirada sigue perdida, sigue buscando un punto en la multitud donde posarse, y, en un momento terrible para mi tranquilidad y mi paisaje, me miraste.
LeonardoR
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